martes, 19 de abril de 2016

José Martí y Gabriela Mistral en la cosmogonía infantil: dos voces poéticas para la promoción de la lectura


 José Gregorio González Márquez

Poeta José Gregorio González Márquez
La poesía, numen sagrado donde nace el enigma, permanece inalterable en el espacio y tiempo. El poema se reescribe con la constancia de su progenitor, hombre o mujer que canta no sólo lo sublime de la vida sino que desciende hasta los lugares atemporales donde anida el dolor. Pasiones adversas que alteran la cotidianidad del lenguaje formal, se mueven entre los versos de un texto poético.

El poema no acepta concesiones ni permite en su génesis el uso de referentes que le alejen de la disposición habitual para el que fue creado. El discurso poético posee una construcción en la que su creador usa infinidad de licencias que le permiten acceder a los espacios inimaginables de la vida. Cardozo (2003) dice que “La poesía comprende la belleza, la engloba, pero va más allá de ella. Incorpora el pensar a su naturaleza y subyuga los recursos expresivos artísticos del lenguaje para servirse de ellos como soporte para salir a la percepción de la mirada y del oído, a ser percibida, sentida, intuida; a ser placer, conocimiento, misterio y sobrecogimiento”

La poesía no está concebida para lectura exclusiva de un determinado grupo de personas ni para edades específicas. Es de lectura universal y cotidiana pues con ella vivenciamos diversas peculiaridades de la existencia.


La escuela constituye un espacio ideal para fomentar la lectura de poesía. En las aulas de clase, niños y niñas se interesan desde la visión lúdica por el texto poético. Una mirada nueva nace cuando el niño tiene ante sí, poemas que le dispensan imágenes cuyos contenidos disfrutan sin imposiciones escolares ni presiones pedagógicas.

La poesía es por esencia libertad. Por lo tanto cuando se trabaje en el aula debemos “romper con el lenguaje pueril y moralizante, y empezar a tomar contacto con el lenguaje poético, mucho más rico” (Boland, 2011) En voz de Gustavo Pereira (2013) “El poema posee una existencia propia, escapada de las manos de su creador, y no pocas veces el gusto dominante de una época impide valorarlo en su dimensión menos ostensible”.

José Martí promotor de lectura: La Edad de Oro

Martí, el apóstol de la independencia cubana, mostró preocupación por el acercamiento de los niños a la lectura. La Edad de Oro, Revista de literatura trazó el camino que acercaría su visión de la formación de los niños de nuestra América. Cuatro números de treinta y dos páginas conforman parte de su legado para los infantes del continente americano.

Zambrano (1992) sostiene que en “La Edad de Oro se rompen los esquemas tradicionales en la concepción de una literatura para niños y jóvenes; Martí quería llevar en sus páginas, un poco de todo cuanto aconteció en el pasado y cuyos valores podrían ser de utilidad para los lectores de su tiempo y acerca también en un lenguaje sencillo y claro, los adelantos científicos, los valores culturales de otros pueblos, la vida de los grandes hombres, todo ameno, y al mismo tiempo instructivo que puede haber en la literatura, en las artes en la historia.” El uso de un lenguaje diáfano y sencillo caracteriza la revista; no existe en ella lugares que dejen un indicio de autoritarismo e imposición de temas que pretendan afianzar más lo pedagógico que el mismo disfrute de la lectura.

Martí se propuso llegar a niños y jóvenes de toda América intentando vencer el obstáculo del analfabetismo y las concepciones educativas que regían para finales del siglo XIX. La fluidez de su lenguaje, la adaptación de clásicos de la literatura y el uso de la poesía vierten el pensamiento Martiano por los ríos imperceptibles del continente. Promocionar la lectura desde La Edad de Oro implicaba fortalecer los vínculos entre sus lectores, utilizar las nociones de identidad americana para llegar hasta el corazón de los niños y así, generar un sentimiento de pertenencia que lo acompañara hasta la vida adulta. Martí lo afirma en el primer número de la revista: “Para los niños trabajamos, porque los niños son los que saben querer, porque los niños son la esperanza del mundo. Y queremos que nos quieran, y nos vean como cosa de su corazón”

Martí siempre consideró una gran responsabilidad su trabajo para niños. Llevar a ellos el ideario de libertad, la posibilidad de la lectura desde la inquietud del escritor y sumar sus textos sencillos a las vivencias cotidianas destacan la vocación literaria y humanística que siempre le acompañó.

El lector del trabajo martiano no un simple espectador de su escritura. Su actuación como protagonista de las historias y poemas le permite dinamizar la vida quizás bucólica que entonces formaban parte de la cotidianidad. Vencer las cadenas del analfabetismo pero además, participar en la lectura como acto libertario era propiciado desde La Edad de Oro.

Ismaelillo: voz y ternura para los niños de América


Ismaelillo, obra poética que Martí escribió para su hijo, posee la inmutable virtud de enhebrar con fina certidumbre el amor del padre ante los acontecimientos que le llevarán a luchar por la independencia de su país. Este poemario, cargado de ternura y devoción, representa un grito de libertad pues fue concebido para demostrar el sentimiento arraigado en el corazón de un padre-poeta mientras prepara su incorporación en las fuerzas expedicionarias que intentarán liberar a Cuba del oprobio español.

Puede resultar difícil escribir antes de enfrentar el destino incierto del combate. Para Martí, hombre de ideales claros, la poesía constituye uno de los cimientos fundamentales para liberar el pensamiento de la servidumbre y la esclavitud política y social. Martí Decía “¿Quien es el ignorante que mantiene que la poesía no es indispensable a los pueblos? Hay gente de tan corta vista mental, que cree que toda la fruta se acaba en la cáscara. La poesía, que congrega o disgrega, que fortifica o angustia, que apuntala o derriba las almas, que da o quita a los hombres la fe y el aliento, es más necesaria a los pueblos que la industria misma, pues ésta les proporciona el modo de subsistir, mientras que aquella les da el deseo y la fuerza de vida.”

Ismaelillo convoca a la belleza, al abrazo sublime que encaja la imagen poética en el iluminado silencio que pervive en la nostalgia. En el poema Sueño despierto Martí dice: /Yo sueño con los ojos/ abiertos, y de día/ y noche siempre sueño. / Y sobre las espumas/ del ancho mar revuelto, / y por entre las crespas/ arenas del desierto, / y del león pujante, / monarca de mi pecho, / montado alegremente/ sobre el sumiso cuello/ un niño que me llama/ flotando siempre veo. / Hermoso texto emblema de libertad, sortilegio que presagia el futuro vindicado no sólo por la memoria si no también por la persistencia onírica del poeta. El vuelo libre del sueño o tal vez duermevela, colige olas y dunas para simbolizar el rompimiento de eslabones que atan la tristeza e incertidumbre.

Mi caballero es un poema profundamente íntimo. La cercanía del amor, el afecto que acicala al corazón y lo hace invulnerable a la distancia, la alegría de compartir el instante, el juego que motiva risas y cantos forman parte del imaginario de este texto. /Por las mañanas/ mi pequeñuelo/ me despertaba/ con un gran beso/ Puesto a horcajadas/ sobre mi pecho, / bridas forjaba/ con mis cabellos. / Ebrio él de gozo, / de gozo yo ebrio, / me espoleaba/ mi caballero: / ¡Qué suave espuela/ sus dos pies frescos! / ¡Cómo reía/ mi jinetuelo! / Y yo besaba/ sus pies pequeños, / ¡Dos pies que caben / en sólo un beso! /.

Poesía para niños y niñas pero de cuyo disfrute no escapan los adultos; impregnada de imágenes sugerentes; poesía para leerle a los más pequeños, para disfrutar mientras se comparte en voz alta. La poiesis suma de posibilidades que trasciende al infinito, marca el límite donde la musa – acto creador - desciende hasta la humanidad del poeta para liberarlo de sus imágenes. Musa traviesa recorre inconmensurables espacios, quizás señalados por la multiplicidad de locaciones imaginadas para un viaje al interior del poema. / ¿Mi musa? Es un diablillo/ con alas de ángel. / ¡Ah, musilla traviesa, / qué vuelo trae! / Yo suelo, caballero, / en sueños graves, / cabalgan horas luengas/ sobre los aires. / Me entro en nubes rosadas, / bajo a hondos mares, / y en los senos eternos/ hago viajes. /

Ismaelillo es un libro de poemas de hermosa construcción. Los textos poéticos que reúne forman un corpus y cada metáfora expresa belleza desde un lenguaje propio para ser leído a partir de la más temprana niñez. La creación poética de José Martí trasciende la universalidad empujada por el soplo al velamen de las palabras.

Gabriela Mistral y la pasión por la lectura

La escritura de Gabriela Mistral desató durante décadas innumerables juicios. Sus mismos compatriotas, escritores reconocidos, renegaron de su trabajo literario. No dudaban que su obra poética quedaría en el olvido y su trascendencia como escritora estaba condenada al ostracismo.

A pesar de los augurios y ataques desmedidos, Gabriela Mistral, jamás claudicó a los deseos impenitentes de sus detractores. Maestra, oficio que amo y poeta de gran sensibilidad, legó a la humanidad una obra cuyos vértices alcanzan confines universales. Belli (2010) apunta “Gabriela era pues una maestra rural, y lo era por sus cuatro lados, pues también lo fue su padre y varios familiares más. Pero ello quedará eclipsado gracias a su vocación por la poesía, que le cambiará la vida enteramente.”

El cultivo de la prosa es relevante en la Vida de Gabriela Mistral. Aunque poco estudiada, su calidad literaria está a la altura de su poesía. Mistral, ferviente lectora de clásicos y de la Biblia, promociona la lectura en sus ensayos. En sus prosas dedicadas a la pasión de leer solicita a los maestros trabajar en la búsqueda de la consolidación del amor por la lectura. En el texto Dar un apetito (2010) dice: “La faena a favor del libro que corresponde cumplir a maestros y padres es la de despertar la apetencia del libro, pasar de allí al placer del mismo y rematar la empresa dejando un simple agrado promovido a pasión”.

Para Gabriela Mistral, la lectura es digna de ocupar un sitio importante en la vida del niño. Leer por placer le permitirá afianzar el hábito y le formará para el futuro. Y no se trata de obligarlo con fines únicamente pedagógicos, se desea sienta libertad y esparcimiento al momento de leer. Que el niño escoja sus lecturas y así viaje por el mundo de la fantasía y la imaginación. En el mismo texto apunta: “Hacer leer, como se come, todos los días, hasta que la lectura sea, como el mirar, ejercicio natural, pero gozoso siempre. El hábito no se adquiere si él no promete y cumple placer”

Mistral propone que las primeras lecturas se aproximen a la oralidad, pues considera que el relato es el puente que comunica al niño con la literatura, con la lectura. Resulta vital acercarlos desde la narración de cuentos al libro como ente concreto. Las primeras letras, descubrimiento cuya saciedad se logra sólo leyendo, representan un aluvión de grafemas que retratan acaso la realidad circundante o un viaje milenario desde las páginas de un libro.

La pasión por la lectura la fundamenta Mistral en el amor que tiene a los libros. Las hojas impresas revelan un universo no sólo de conocimientos sino de distracción sana. En Pasión Subida dice: “ Que los ojos se vayan al papel impreso como el perro a su amor; que el libro al igual de una cara, llame en la vitrina y haga volverse y plantarse delante en un hechizo real; que se haga el leer un ímpetu casi carnal.”

Maestra con pensamiento vanguardista para la época, pregona la importancia de mantener una actitud de respeto y tolerancia con los niños. Dejarlos seleccionar los libros, animarlos mas no obligarlos y jamás imponer criterios pensando en la supuesta calidad de la lectura son postulados defendidos por Gabriela Mistral. En Paciencia afirma: “Lo único que importa es cuidar los comienzos: el no hastiar al recién llegado, el no producir el bostezo o el no desalentarle por la pieza ardua.”

En su magisterio, se preocupó por orientar a los maestros para que no incurrieran en acciones que alejaran a los niños de la lectura. No es que negara el elemento pedagógico; se acercaba al consejo filial, a la propuesta cercana para impulsar el amor por leer. Mistral asume que: “Yerran los maestros, que celando mucho la calidad de la lectura, la matan al imponer lo óptimo a tirones y antes de tiempo. Debemos condescender algo o mucho con el niño, aceptándole ciertas lecturas…”

Indudablemente, la pasión demostrada en su prosa poética, refiere lo imperante que era para Mistral el amor por la lectura. No se puede perder de vista la época que vivió y los obstáculos que la sociedad imponía desde la rigidez del sistema educativo hasta las ideas cerradas producto del pensamiento rural que prevalecía.

Notas bibliográficas

Belli, C. (2010).Trechos del itinerario Mistraliano en: Gabriela Mistral en Prosa y verso. Antología. Lima: Real Academia Española.
Boland, E. (2011). Poesía para los chicos. Teoría, textos, propuestas. Santa Fe: HomoSapiens.
Cardozo, L. (2003). Formas estructurantes del poema lírico. Mérida: Fondo Editorial Solar.
López Lemus, V y Rodríguez Mondeja, H. (2004). La voz y la letra. Estudio de literatura para pre-escolares. La Habana: Editorial Pueblo y Educación.
Martí, J. (2006). La Edad de Oro. La Habana: Fondo Cultural del Alba.
Martí, J. (2009). Nuestra América. Ismaelillo. México: Trillas.
Mistral, G. (2010). Antología. Lima: Real Academia Española.
Pereira, G. (2013). La poesía es un caballo luminoso. Caracas: Fundación Editorial el perro y la rana.
Zambrano, G. (1992). José Martí: En Venezuela y nuestra América. Mérida: Universidad de los Andes.

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